lunes, 28 de febrero de 2011

Carnaval y sexualidad.


Si buscamos los orígenes de Carnaval nos encontramos que a pesar de las grandes diferencias que su celebración presenta en el mundo, su característica común es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol.

Según leemos el origen de su celebración parece probable de las fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco, el dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del buey Apis en Egipto.
Algunos historiadores a puntan a que los orígenes de esta festividad se remontan a las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5.000 años, con celebraciones muy parecidas en la época del Imperio Romano, desde donde se expandió la costumbre por Europa, siendo llevado a América por los navegantes españoles y portugueses a partir del siglo XV.
Más allá de los datos sobre sus orígenes, los datos actuales lo asocian estas fiestas con la sexualidad irremediablemente, para demostrarlo sólo basta introducir en el buscador Google las palabras, Carnaval y Sexo, y aparecen aproximadamente 2.640.000 referencias. Son sin duda dos conceptos que suelen ir muy unidos.

Desde un punto de vista más terapéutico, el carnaval es una ocasión fantástica  para hacer realidad algunos deseos que podamos tener reprimidos.
Con los disfraces jugamos a ser por unas horas alguien que no somos normalmente. Muchos son capaces incluso de meterse de lleno en el papel y fundirse casi completamente con el personaje. Desde el señor que se viste de mujer policía y que se pasa toda la noche organizando la circulación e interactuando con la gente, poniendo supuestas multas y alardeando de su “feminidad” coqueteando  con todo el mundo, al el que se viste de azafata, bailarina, gitana etc.etc...todos  parecen disfrutar mucho con ese rol prestado.
Es cierto que continuamos perpetuando unos tópicos sobre las mujeres que tienen su expresión más extrema en estos días, pero quizá se trate de eso, de hacer una parodia de unos y de otros y nada más.
 En las mujeres en cambio no hay tanta tendencia a disfrazarse de hombres, prefieren quizá algo más sexy y casi siempre el personaje elegido es del mismo sexo. Suponemos que tiene mucho que ver con condicionamientos sociales,  para los hombres hay más prohibiciones y restricciones en la indumentaria.

Pero realmente si atendemos con un poco de paciencia y reflexionamos podemos disfrutar de no sólo algunos disfraces impresionantes que denotan la creatividad de mucha gente, sino que además podemos captar la esencia de la fiesta, el juego de transgredir la norma, de hacer lo “prohibido”, y con esto no me refiero a delinquir, por supuesto, mas bien a saltarnos por unos días las normas sociales implícitas de lo que tenemos que ser los hombres o las mujeres,  se produce un todo vale de vestuario permitiendo respirar sin temor a la crítica.

Tampoco quiero decir que si uno se viste de astronauta o de Super Ratón es que queramos ser alguna de estas cosas, pero sí evadirnos de las etiquetas sociales aunque sea por unas horas y ponernos otras distintas.

Ya sea por liberarnos, por divertirnos, por conseguir ligue o por salir con los amigos, el Carnaval puede ser a parte de erótico, muy liberador.

Feliz Carnaval.

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